LOS CAMINOS DE SANTIAGO EN EUROPA

PAOLO CAUCCI VON SAUKEN
Presidente del comité internacional de expertos del Camino de Santiago

La piedra angular de cualquier evocación de la peregrinación a Santiago de Compostela y de cualquier otra peregrinación medieval es sin duda el manuscrito ricamente iluminado, escrito a mediados del siglo XII y conocido como Liber Sancti Jacobi, o incluso del Códice Calixtinus debido a la carta atribuida al Papa Calixto, que sirve de introducción.

En este texto, de excepcional importancia histórica y extraordinaria eficacia, ya encontramos todos los elementos que nos permiten dibujar los personajes de la peregrinación, la figura del peregrino, las formas del culto a Santiago y los estrechos vínculos que, desde el principio, están establecidos con Europa. En el libro cuarto del manuscrito aparece, de hecho, el primer vínculo profundo, declarado, programado con la cultura europea, el primer deseo explícito de llevar el culto a Santiago de Compostela más allá de los Pirineos, para vincularlo a los grandes fermentos culturales de los que la orden de Cluny interpretó el espíritu y se convirtió en promotor.

El vínculo es explícito y lo proporciona este cuarto libro del Codex Calixtinus que informa de lo que se llama Historia Turpini, verable cronica gestorum en latín, que cuenta una serie de leyendas carolingias vinculadas a las tradiciones jacobeas. El hecho de que este texto haya sido elegido y unido, en un solo manuscrito, a los demás sobre el culto y la peregrinación a Santiago de Compostela, demuestra claramente la intención de querer vincular a Santiago con Carlomagno, benefactor y protector de los peregrinos, según un proceso de auto-significación que tiene dos polos: la Catedral de Santiago de Compostela, que se dice que fue fundada por este mismo emperador, y los círculos monásticos cluniacenses, particularmente interesados en vincular la peregrinación de Santiago de Compostela a la cultura y civilización francesa.

Este vínculo más allá de los Pirineos también se busca en el segundo libro del Codex donde, de los veintidós milagros ejemplares que se relatan allí, la mayor parte se refiere a peregrinos franceses, italianos y alemanes con una distribución geográfica cuidadosamente definida, lo que no oculta su objetivo de mantener vivo este culto en unas pocas áreas específicas del mundo occidental. Cuatro de los milagros ocurren incluso en las rutas marítimas que conducen a Tierra Santa con la clara intención de señalar a Santiago como el protector de todo peregrino, sin importar hacia dónde se dirija.

Una visión que encontramos confirmada en el «Libro Quinto», donde las rutas a Santiago de Compostela están profundamente arraigadas en Francia y conectan con la gran red viaria europea, tanto hacia Europa Central como hacia el Sur, determinando un intercambio continuo de conocimientos y relaciones con todo el mundo cristiano medieval y, a través de las rutas del sur, con el mundo islámico.

La persistencia de estos itinerarios hasta nuestros días, las estructuras de acogida destinadas al alojamiento de los peregrinos, el sistema de culto y devociones allí presentes han jugado un papel decisivo para la continuidad en el tiempo de la peregrinación a Santiago de Compostela y se han convertido ellos mismos en su recordatorio, símbolo, signo y recuerdo. Es en este sentido, su protección y mantenimiento son prioridades absolutas.

Cuando hablamos de la peregrinación a Santiago de Compostela como raíz cultural y espiritual de Europa, no debemos olvidar el papel y la aportación que hace la figura del peregrino. La peregrinación fue para él un conocimiento activo del mundo, ligado a una experiencia personal inolvidable insertada en un sistema de valores que lo acompañará por el resto de su vida. A él le debemos el arraigo en el territorio, la permanencia en la memoria colectiva, la difusión de la civilización de Santiago de Compostela en todos los estratos de la sociedad.

De gran importancia para la reactivación de las peregrinaciones a Santiago de Compostela fueron las posiciones convergentes de Juan Pablo II que, con motivo de su visita a Santiago de Compostela para el año santo 1982, hizo la peregrinación a Santiago de Compostela, elemento constitutivo de las raíces cristianas de Europa y del Consejo de Europa que, desde el punto de vista laical, puso en marcha a través de la Declaración de Santiago de Compostela (23 de octubre de 1987) su programa: Camino de Santiago, Itinerario Cultural Europeo, destacando sus componentes culturales, artísticos, sociales y cívicos. Posición asumida en 1993 por la UNESCO, que puso bajo su protección todos los bienes culturales y artísticos presentes a lo largo del Camino de Santiago, declarándolos «Patrimonio de la Humanidad»; en 1998 para Francia.

Por último, hay que subrayar una importante consecuencia del renacimiento de la peregrinación a Santiago de Compostela: su gran vitalidad y su éxito internacional han estimulado la recuperación y reanudación de las peregrinaciones a todos los demás grandes destinos. Se acerca una gran temporada en la que Roma, Santiago de Compostela y Jerusalén volverán a unirse a través de una red de itinerarios practicables en todos los sentidos. Estos mismos fermentos se pueden ver en los caminos del Mont Saint-Michel, Rocamadour, Monte Sant’Angelo, Lorette, Assisi, Le Puy-en-Velay, Conques …

Estamos en el umbral de una nueva gran civilización de las peregrinaciones: el gran pueblo de los peregrinos será su protagonista y guardián celoso.